LA ESPIRAL
Un viaje hacia el centro de nosotros mismos.
Son numerosos los patrones geométricos existentes en la naturaleza que se repiten a diferentes escalas regalándonos belleza y misterio a partes iguales y permitiéndonos observar el mundo y nuestro entorno desde una perspectiva un tanto diferente. No se trata tan solo de figuras geométricas sino de un reflejo de la manera en que el universo organiza su energía.
La espiral es una de estas formas geométricas que siempre ha llamado mi antención causándome fascinación. La podemos observar, por ejemplo, en la estructura de las galaxias y también en la forma que adopta nuestro ADN.
En la geometría sagrada, la espiral está asociada a la proporción áurea, un cálculo matemático que aparece tanto en el arte como en la naturaleza. Desde las obras de Leonardo da Vinci y la construcción de catedrales hasta los patrones de las conchas marinas y de otras especies animales, fenómenos meteorológicos y el crecimiento de las plantas siguen esta estructura. Es como si hubiera un lenguaje compartido en cada escala de la existencia que une lo visible y lo invisible, desde lo más micro hasta lo más macro.
Es, además, un símbolo antiguo que ha resonado en las culturas y tradiciones a lo largo del tiempo. Para muchas culturas antiguas, la espiral era un puente entre lo material y lo espiritual. Los celtas, por ejemplo, la consideraban un símbolo de la vida eterna y del ciclo infinito de la naturaleza. Sus espirales, grabadas en piedras y monumentos, evocaban el flujo de energía y la conexión entre los mundos. En su tradición, la espiral también representaba un camino hacia el interior, un viaje hacia el alma, donde cada vuelta llevaba a una comprensión más profunda de la existencia.
En la mística y la filosofía, la espiral simboliza la evolución del ser humano. A diferencia de un círculo, que regresa al mismo punto, o de una línea recta que parece que solo avanza hacia delante, la espiral nos invita a pensar en el tiempo como un movimiento cíclico, pero con una perspectiva nueva en cada vuelta. Revisamos aprendizajes pero nunca desde el mismo lugar. El paso del tiempo nos transforma, y la espiral nos recuerda que incluso cuando parece que estamos repitiendo antiguas experiencias, siempre hay un nuevo nivel de comprensión o un ángulo diferente desde el cual mirar. Cada vuelta en la espiral es una oportunidad de volver al centro, pero con los ojos cada vez más abiertos por la sabiduría adquirida.
En LA ESPIRAL CÓSMICA, este poderoso símbolo no solo da nombre a este espacio, sino que también pretende brindar inspiración a cada uno de los pasos que damos en nuestro propio viaje personal invitándonos a explorar e integrar todas las dimensiones de nuestro ser. Nos anima a abrazar las distintas etapas de la vida, el dinamismo de nuestras emociones, a fluir con los cambios, a confiar en que cada giro de la espiral es una oportunidad de acercarnos más a nosotros mismos y a la versión más alineada con la persona que somos hoy recordando que hay un centro, un espacio de calma y sabiduría interior, al que siempre podemos regresar.